Estoy cansado de que nadie pelee por la libertad. No puedo creer que no haya ni un sólo político que me represente que, aparentemente, piense como yo pienso.
Hace unos días tuve la oportunidad de dar mi opinión a personas ligadas a un cierto partido político. La discusión: Porqué la Alianza perdió la elección presidencial de nuevo.
Me fui en picada contra las políticas públicas, en las que no creo, defendiendo mi postura de que las soluciones a los problemas nacionales, tal como lo hace la izquierda, vienen de una ideología y no de políticas públicas técnicas y, aparentemente, eficaces.
Sí, tal cual. Si no sabes cómo solucionar un problema, debes acudir a tu ideología. Estoy convencido que lo que falta es una derecha con una fuerte carga ideológica. Son los humanistas los que deben llevar a la Alianza, no los científicos de la economía y la ingeniería.
Para evitar temores sobre mi postura creo que es necesario explicar más concretamente a qué me refiero: Una persona en la reunión dijo que el problema es que no proponemos nada; que somos reaccionarios frente a los temas que plantea la Concertación. Personalmente estoy de acuerdo con el comentario, pero creo que ese no es la causa del problema sino uno de sus efectos. Claro, si somos los maestros de las políticas públicas ¿qué proponemos? La técnica no propone cosas, soluciona problemas; por eso siempre tenemos mejores soluciones a problemas que no nos interesan.
Para proponer algo hay que tener un modelo de país, darse cuenta que estamos lejos de ese modelo y empezar a proponer medidas que nos acerquen a ese ideal. Eso lo hace la izquierda, no la derecha. En otras palabras, hoy la Alianza no es nada: Nos hemos enfrascado en una competencia de subvenciones con la izquierda; no tenemos ideas propias... no tenemos un programa de gobierno propiamente de derecha.
Ahora bien, ¿cuál ha de ser esa ideología? La libertad. La libertad absoluta y total: la libertad para crear, para solucionar los propios problemas; libertad para surgir, para emparejar hacia arriba.
Ejemplo 1: La Ley de Rentas II, que buscaba entregar de algún modo más plata a las municipalidades para que pudieran desarrollar planes de empleo, seguridad, salud, educación, etc. La idea es fantástica, pero el problema es que la solución se buscó desde una perspectiva eficaz y no ideológica. Si el criterio hubiese sido la libertad, la solución habría pasado -por ejemplo- por descentralizar; pero en vista que se buscó el "cómo financiar del modo más eficiente" hoy tenemos un alza en las contribuciones de hasta un 500%. Alza que trae nefastas consecuencias, porque aquella persona que ahorró toda su vida para vivir en -digamos- Ñuñoa, hoy debe volver a -digamos- Estación Central porque no tiene como pagar esas contribuciones... ¡Municipalidades más ricas con chilenos más pobres! ¡Emparejando hacia abajo! Una persona que ahorró 30 millones toda su vida, puede empezar a gastarlos, porque de comprarse una casa en un mejor barrio, después no podrá pagar los impuestos... esa persona no puede vivir en un mejor barrio, esa persona tiene menos opciones: es menos libre.
Lo anterior, sin perjuicio que ahora es más difícil acceder a cualquier club deportivo. Claro, porque un club de golf -por ejemplo- gracias a la nueva ley hoy no tiene ningún tipo de beneficio y tiene gravados los miles de metros cuadrados de sus canchas, obligándoles a cobrar más por su uso... ¿Qué el golf es un deporte para ricos? No lo sería -como en Australia- si estuviera al alcance de todos; pero con leyes como esa el deporte se elitiza cada vez más. El golf, o cualquier otro deporte, no es de elite en sí; es de elite en la medida en que es caro y mientras más costoso se ponga el deporte más obesos, fumadores y ociosos volvemos a nuestra juventud... Menos posibilidades tienen de salir de la calle, menos opciones: menos libertad.
Después sigo contando la historia, para no agotar el tema.